Voluntariado Internacional – Costa Rica – Tercera Semana

Es raro escribir estas líneas… porque son las últimas. El voluntariado se acaba, y mientras esperamos en la escala entre México y Madrid, no podemos evitar repasar todo lo vivido con una mezcla de alegría y nostalgia.

Como en todas nuestras crónicas, el cole ha sido el centro de cada día. En la última semana seguimos dando clases en Namuwokir y también nos animamos a impartir charlas en otras escuelas sobre higiene y alimentación. Los niños lo recibieron con tanta energía y curiosidad que conseguimos que el aprendizaje se transformara en risas y diversión.

Aprovechamos también un día festivo para escaparnos a Cahuita y visitar su parque natural. Después de varios buses y mucha expectación, llegamos al mar y, casi al final del recorrido, vimos lo que más deseábamos: un perezoso. Fue un momento sencillo pero mágico, como muchos de este viaje.

Otra de las experiencias que nos guardamos en el corazón fue la salida con los Hermanos a Puerto Viejo. Los paisajes allí parecían de postal, de esos que se quedan grabados para siempre. Y, como si la despedida necesitara un toque especial, una tormenta nos sorprendió a la vuelta del cole. Se fue la luz y acabamos cenando con los padres a la luz de las velas: una despedida improvisada pero perfecta.

Los últimos días los vivimos en la casa de La Salle en San José. Allí compartimos momentos con varios Hermanos y tuvimos la suerte de visitar el volcán Poás, una experiencia única que cerró el viaje de la mejor manera. El último día lo pasamos entre compras y detalles para nuestras familias, ya con el corazón dividido entre las ganas de volver y la pena de dejar todo esto atrás.

Hoy cerramos nuestra última crónica con una certeza: hemos disfrutado cada minuto y hemos aprendido que no somos dueños del tiempo, que no necesitamos tener todo bajo control. Dejarse sorprender es, sin duda, lo más increíble que nos llevamos de esta experiencia. Porque como dicen por aquí: “En Amubri, aunque el reloj marque la hora, no se es dueño del tiempo”.

Por último, queremos agradecer en esta última crónica la acogida por parte del Hno Lesberth y el Hno Juan Carlos en Amubri. Gracias a ellos hemos podido descubrir un mundo diferente y a su gente, que nos ha abierto su casa y su corazón. Agradecer también a la comunidad de hermanos de San José, por acogernos en su casa y prestarse a todo lo que necesitásemos. 

Muchas gracias y pura vida.

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