Voluntariado Internacional – Costa Rica – Primera Semana

Después de 24 horas de vuelos, escalas y un poco de jet lag disfrazado de emoción, aterrizamos en San José, la capital costarricense, donde nos esperaba el Hermano Óscar con la mejor bienvenida que se le puede dar a un grupo de voluntarios europeos: costillas, patatas, gallopinto (el arroz con frijoles local que ya es parte de nuestro ADN) y una sonrisa que no se quita ni con los 30º de humedad.

Ya con el estómago lleno, tocó hacer turismo exprés por San José, probando el famoso helado “Churchill” (con sabor a… sorpresa tropical con sirope y hielo raspado) y hasta yendo a misa con los hermanos, porque aquí se vive la fe como quien comparte pan: con alegría, ritmo y sin reloj.

Al día siguiente, cambio de escena: dejamos la ciudad atrás y nos subimos a una pick-up con el Hermano Lesberth, rumbo a la aldea de Amubri, en el corazón de la selva bribri. Lo de la pick-up no era sólo por estética aventurera… también porque llovía a cántaros, pero íbamos preparados con las mochilas cubiertos con bolsas de basura, que aunque las colocamos nosotros, tuvimos éxito y nada se mojó.

El trayecto de 7 horas se nos hizo corto gracias a las historias del Hermano Lesberth, que nos habló de todo: desde su vocación hasta anécdotas sobre serpientes y comunidades indígenas. Paramos a comer, a sacar fotos de paisajes de postal y a empaparnos de la historia viva de la diócesis de Limón.

Antes de llegar a nuestro nuevo hogar, cruzamos el río Suretka en una barca de película. Allí nos esperaban el Hermano Juan Carlos junto al Padre Panchito y… dos golden retrievers llamados Bruno y Namu, que desde entonces se han convertido en nuestros compañeros de casa, guardianes y terapeutas emocionales.

La bienvenida no pudo ser más especial: los hermanos habían colocado la Virgen del Rocío en el altar de la pequeña capilla, la misma que habíamos traído desde España. Rezamos laudes con ellos, desayunamos fuerte y nos calzamos las botas para lo que venía: nuestra primera caminata hacia la escuela de Namu Wokir.

La ruta: selva, barro, dos ríos con agua helada y corriente digna de anuncio de aventureros. Por suerte, el paisaje lo compensa todo. Eso sí, si llueve mucho… se cancela clase. No es metáfora. Los ríos se desbordan y toca día libre (¡o día de chapuzón involuntario!).

En la escuela nos encontramos con una única profesora para unos 40 alumnos repartidos en clases de diferentes grupos de edad. Un desafío educativo en toda regla, pero también una oportunidad de aprender, apoyar y dejarse sorprender por los niños y niñas bribris, que nos recibieron con timidez primero y risas después.

Tuvimos una escapada a la gran ciudad de Cartago, después de infinitas horas de atasco en un pintoresco autobús, llegamos a ver la patrona de Costa Rica, la Virgen de los Ángeles, que pese a ser tan pequeñita se ha ganado un hueco enorme en nuestro corazón.

Como si todo esto fuera poco, esta semana arrancaron las fiestas patronales de Santiago Apóstol: bailes típicos, eucaristía, comidas tradicionales y hasta un bingo multitudinario, donde ganamos una cafetera que promete convertirse en símbolo oficial de esta expedición. Ya estamos planeando cómo meterla en la maleta de vuelta.

Y así, entre mochilas mojadas, clases improvisadas y un pueblo que nos acoge como si fuéramos de casa, cerramos la primera semana. Porque sí, esto acaba de empezar. Y lo mejor aún está por llegar… ¡Pura vida!

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