Tras 24 días conviviendo con los alumnos, profesores y comunidad de hermanos y hermanas finaliza nuestra experiencia en la escuela San Isidro Labrador de Pozo Colorado (Paraguay). Resulta difícil poner palabras y resumir todo lo que hemos vivido en este tiempo. Desde que llegamos nos han hecho sentir parte de esta gran familia, siempre han sido cercanos y nos han cuidado como a uno más.
La vida en la casa de los hermanos siempre ha estado marcada por risas, anécdotas, chascarrillos, refranes, curiosidades, rarezas, mitos paraguayos,… mientras compartíamos ricos almuerzos y cenas preparados por Blanca, una magnífica cocinera y mejor persona que se ha encargado de que probáramos comidas típicas de la zona (poroto, chipa guazú, bori bori, locro…) sin olvidarse de la comida española para que nos sintiéramos como en casa.
Los primeros días fueron muy emocionantes con la llegada de los niños y niñas que tímidamente nos saludaban, esos mismos niños que en cuestión de horas ya se nos abalanzaban para darnos abrazos que nos dejaban sin aire (literal) pero nos llenaban de vida.
En estas semanas hemos compartido con los alumnos algunos de nuestros conocimientos a través de diferentes talleres, que con tanta ilusión preparamos en España. Algunos de ellos han sido: cuentacuentos, hábitos saludables, teatros creando sus propias marionetas, experimentos sobre el cuidado del agua, reciclaje mediante la implantación en la escuela de contenedores para separar los residuos, relaciones afectivas saludables, orientación vocacional y uso seguro de las redes sociales.
Pero, no solo nosotras hemos podido enseñar a los alumnos en los distintos talleres que habíamos preparado desde España, sino que ellos también han sido nuestros maestros intentando enseñarnos su lengua: el guaraní (con poco éxito jeje) y su forma de vida: el trabajo en el huerto, el cuidado de los animales, la importancia del agua, el taller de carpintería, la panadería, la lavandería… Cada día ha sido un aprendizaje, hemos compartido tiempos de juegos, de aula, risas, llantos, abrazos, enfados…
Nunca olvidaremos esta experiencia con la que ya es nuestra familia chaqueña, tampoco nuestros paseos al atardecer por los Tajamares de la zona en busca de Yacarés (cocodrilos) asomando sus cabecitas fuera del agua. Esos atardeceres con un sol rojo fuego que bañaban las canchas de deporte donde los niños reían y jugaban como si el tiempo se parara.
Solo nos queda agradecer a Institución La Salle por ofrecernos la oportunidad, a Proyde por buscarnos un proyecto, a la Fundación La Salle Paraguay por acogernos y especialmente a la comunidad de hermanos de la escuela (Pozo Colorado) por habernos cuidado durante este tiempo. GRACIAS – AGUIYÉ.